Cancer de mama (III) - El Símbolo Perdido



Hoy fui la paciente nueva en la sala de quimioterapia.  Por lo menos en el turno que entré.  La sala tiene capacidad para nueve pacientes, siete éramos mujeres y solo había dos caballeros que superaban los sesentas.  Fueron tres horas conectada desde mi catéter que llevo instalado a la altura de la clavícula derecha (digo “mi” catéter porque ya es parte de mi cuerpo, por lo menos se quedará conmigo hasta fin de año, cuando termine el tratamiento) hasta las bolsas de aluminio suspendidas en lo alto del  equipo  de suero desde donde fluía el contenido de medicamentos  que gota a gota ingresaba hacia mi torrente sanguíneo.

Aproveché para terminar de leer El Símbolo Perdido, el último libro de Dan Brown, de quien anteriormente disfruté El Código Da Vinci y Ángeles y Demonios.  Esta vez volví a quedar atrapada en una más de sus obras y al terminar de leerlo prácticamente había terminado también la última gota del liquido rojizo que entraba hacia mis venas.  Fue bueno coincidir en esto pues las reflexiones al final del libro hacen que valga la pena pensar en las muchas cosas buenas de esta vida, de las que a veces no somos siempre tan conscientes, y que de cuando en cuando es interesante leerlas para recordarlas.

No he perdido la fe ni mucho menos, solo siento que al tratar de racionalizar todo este proceso es difícil encontrar asidero con las profundas creencias que siempre he tenido de que es posible sanarse a uno mismo a través del poder de la mente, de la actitud, de la fe.  No espero una cura milagrosa, no es eso.  Pero someterme a un tratamiento tan invasivo cuando hace tanto tiempo intento no intoxicar mi cuerpo con la intención de lograr mantener una vibración acorde con las enseñanzas que he venido aprendiendo e intentado poner en práctica, es algo que me ha costado digerir.  Y fue precisamente mi maestra la que me dijo que continuara con las indicaciones de los médicos.  También me dijo que no me preocupara, que todo iba a estar bien y que sí me ocupara de tener una alimentación con concentrados de carne para poder recuperar rápidamente el hierro en la sangre.

¿Será que mi parte espiritual está siendo puesta a prueba mediante el justo equilibrio con la aplicación de la ciencia (médica)? ¿Será que tengo la oportunidad de combinar en mi propia experiencia la aparente dualidad ciencia-religión? En todo caso es algo que yo misma busqué aprender y la experiencia es la mejor forma de no olvidar nunca una lección…

     “La gran ironía es que todas las religiones del mundo, durante siglos, han instado a sus fieles a abrazar los conceptos de fe y creencia.  Ahora la ciencia, que durante siglos ha tachado a la religión de superstición infundada, debe admitir que su próxima gran frontera es literalmente la ciencia de la fe y de la creencia: el poder de la convicción y la intención concentradas…”  (Dan Brown, El Símbolo Perdido, 2009)

En este primer día he podido experimentar físicamente un ligero decaimiento al principio y pasadas unas horas las náuseas me han hecho sentir nuevamente como si estuviera embarazada.  Mañana y pasado mañana debo enchufarme nuevamente al equipo de suero, pero esta vez para una hidratación recomendada por el médico para aminorar la molestia de las náuseas.

Cuando pasan pensamientos contrarios a mi completa recuperación los detecto de inmediato y cada vez me hago más consciente de que no son míos, hay tanto miedo alrededor de esta enfermedad, que es fácil contagiar nuestro sensible cuerpo astral y caer en lo mismo.  Pero eso es lo que no debemos permitir.  Hacer mantras me está ayudando también a silenciar la mente y llenarla de vibraciones armoniosas.  Conversar con los pacientes compartiendo esta experiencia común tambien es bueno, pero sobretodo tratando de verla como un aprendizaje necesario.

Los dejo con esto del libro de D.Brown para que se animen a leerlo.

“Mientras el sol salía sobre Washington, Langdom levantó la vista al cielo, donde las últimas estrellas de la noche se estaban apagando.  Pensó en la ciencia, en la fe y en el hombre.  Pensó que todas las culturas, en todos los países y en todas las épocas, habían coincidido en algo.  Todos habíamos tenido siempre al Creador.  Usábamos diferentes nombres, diferentes rostros y diferentes plegarias, pero Dios era la constante universal para el hombre.  Dios era el símbolo que todos compartíamos, el símbolo de todos los misterios de la vida que no podíamos comprender.”




No hay comentarios: