La reconstrucción del espíritu humano

“Si alguna lección nos deja la tragedia del Japón, es una de modestia y humildad frente a la naturaleza, esa naturaleza que de diversas maneras nos da el mensaje de que somos poco menos que nada.”

A esta conclusión llega una nota editorial de M. Meier (“La reconstrucción del espíritu”, diario El Comercio, 12 marzo 2011), después de meditar en torno a los sucesos vividos como consecuencia del reciente terremoto en el Japón. La naturaleza, sin embargo, nos deja no solo esta lección de modestia y humildad, sino además una lección de entendimiento para el ser humano de que forma parte de ella. El hombre es parte de la naturaleza, somos parte de esta maravilla de la creación, solo que nuestro error ha sido creernos superiores abusando de los recursos naturales que nos ofrece.

El entendimiento de ser parte de la naturaleza nos proveerá la aceptación que requerimos para ver estas catástrofes no como reacciones hostiles del planeta hacia el hombre sino como procesos de limpieza necesarios frente a la contaminación, y como procesos cíclicos naturales de todo ser (me refiero al planeta) que evoluciona.

De la misma forma que nuestro cuerpo enferma frente a invasiones bacterianas y reacciona para eliminar gérmenes que no le son sanos para su salud, o en un proceso natural de crecimiento cuando las hormonas provocan cambios en el cuerpo, no diremos que somos hostiles a nuestras células y que ellas son menos que nada frente a nosotros. Son parte de nuestro cuerpo y como tales, evolucionan y aceptan las experiencias físicas que vivimos día a día.

No somos poco menos que nada. Somos parte del todo, si todos fuéramos menos que nada, entonces viviríamos en la nada y de seguro todo sería mejor que la experiencia física que vivimos ahora. Pero no es el caso, vivimos en un mundo físico y somos parte de él y de algo mayor aun. Porque la tierra es parte de un sistema y éste de una galaxia, y este de un universo, y así vamos ascendiendo a niveles mayores, no para sentirnos menos que nada, sino para entender siquiera un poco que somos parte de algo mayor, que estas experiencias (dolorosas y aparentemente injustas para el entendimiento actual) son necesarias en nuestro crecimiento espiritual.

La reconstrucción del espíritu no es necesaria, el espíritu está completo, siempre lo estuvo, nos está esperando. La reconstrucción debe darse en nuestra mente, para lograr el entendimiento y aceptar estos acontecimientos con una visión mas amplia. La lección de modestia y humildad es necesaria para ver la totalidad y no la pequeña porción de realidad que vemos. Y finalmente la mejor lección que nos dejan experiencias tan dolorosas como éstas es la de la solidaridad entre seres humanos, el despertar de la compasión en nuestro corazón hacia nuestros hermanos que sufren.